Hacer ejercicio para llevar una dieta sana
Hacer ejercicio para llevar una dieta sana no es comenzar la casa por el tejado, realmente tiene bastante lógica, y lo puedes comprobar nada más empezar a realizar ejercicio físico de forma regular, es decir, unas tres veces por semana o 150 minutos semanales como comentamos el otro día.
Enseguida notas que si no comes bien tu cuerpo no responde de la misma manera, esto se ve muy claro por ejemplo cuando practicamos atletismo. Basta salir a correr un día donde no hayamos comido suficiente, o el día anterior tomamos una cena frugal, para notar que tenemos menos potencia y resistencia.
Hacer ejercicio y llevar una dieta sana son dos hábitos saludables que van de la mano, no se trata de comenzar una dieta y luego animarse a hacer deporte, ni viceversa. Si realmente queremos que una dieta funcione, vamos a tener que realizar ejercicio físico, y será esta actividad física la que nos ayude a seguir la dieta.
Pero lo de hacer ejercicio para llevar una dieta sana no me lo he sacado hoy de la manga, realmente viene a colación por un estudio realizado por investigadores de la universidad de Harvard, donde han ido más allá e incluso han descubierto que realizar ejercicio físico de manera regular puede incluso modificar nuestra conducta y la estructura de nuestro cerebro.
Con frecuencia las autoridades sanitarias tratan de convencer a la población de lo importante que es llevar una dieta sana, y sin embargo podrían apostar por otra estrategia indirecta, que es el facilitar la áreas donde practicar deporte, mejorar las instalaciones existentes, y organizar eventos deportivos que animen a la gente a moverse, de esta forma una cosa llevará a la otra.
Hacer ejercicio modifica nuestro cerebro
Puede sonar un tanto exagerado, pero es cierto que hacer ejercicio modifica nuestro cerebro. Acciones como comer y hacer deporte son comportamientos influenciados por un proceso cognitivo que da lugar a actividad en diferentes áreas del cerebro. De hecho, estudios anteriores ya habían observado que el ejercicio físico provoca cambios en la estructura y el modo de funcionamiento del cerebro.
Siendo más específicos, estos cambios afectarían de forma positiva mejorando nuestro control inhibitorio, es decir, tenemos un mayor control sobre nuestros impulsos, y por ende mayor facilidad para renunciar a los dulces y otros alimentos ricos en calorías que quizás antes nos hacían sucumbir.